En monstruosas estructuras metálicas
del brillo actual, completamente distinta a la mayólica
que supo ser la que tapaba de forma metódica
los lugares de nuestro devenir, de forma estoica
en eso se transformaron los edificios donde hoy pasan nuestros días.
Ese brillo, que la naturaleza no regaló
a veces parece obnubilar nuestra vista, incluso más que el sol.
¿Son los brillos de modernidad o nuestra ambición eterna?
Convivimos con cemento y metal
y metalizadas parecen nuestras almas
con un corazón en coraza paramos ese latido vial
y el mundo pareciera recompensarlo con palmas.
Aplauden que seamos una máquina
que produce caliente cemento y brilloso metal
y no nos damos cuenta de que el tiempo mueve esa página
y que en nuestra vida no producimos ningún pilar.
Obreros del cemento
dejamos sin cimiento
a los pilares necesarios para alcanzar la felicidad
que, pese a quien le pese, es la expresión más grande de libertad.
¿Podemos ser libres de verdad?
¿Existen bloqueadores a ese brillo fugaz?
En la vida nunca hay
una puntada sin hilo
y si bien estos dilemas me mantienen en vilo
saber que hay razón en el equilibrio de la balanza
hacen que mire esta bonanza
como algo más.
Vivir en el brillo y en el cemento
no cambian como me siento.
Vivir en la vorágine no me da calma
pero me permite lograr eso que alimenta mi alma.
El tiempo de la mayólica pasó.
El cemento y el metal dominan el paisaje
pero es difícil dominar el interior salvaje
porque este mundo al mío no lo mató.
Aunque tenga un paisaje gris y frio
sigo queriendo cambiar el mundo
tomando las riendas de mi destino
emprendiendo todos los desafíos
aunque a veces en pánico cundo.
¿Podré ser fiel a mí mismo y ser un engranaje de la máquina?
Querer es poder, pero me ha costado encontrar el porqué querer.
Lo encontré porque pude saber
que es un simple medio
y aunque me dé tedio
me servirá para imprimir mi purpurina en el metal impoluto
y ser parte de quienes violamos de color el aparentemente irreprochable gris.
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