condenados

Al terminar setiembre y en nuestro país terminar el mes de la diversidad y en un contexto mundial que aparentemente se convierte día a día en un ambiente más amigable con la diversidad sexual, que día a día profundiza la expansión de derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales de gays, lesbianas, transexuales y travestis, no está de más preguntarse si estos aparentes cambios no están empañados por otras realidades.

Si bien en el mundo existen casos como Canadá, Argentina o los Países Bajos que, como reflejo de la creciente demanda por parte de organizaciones de derechos humanos, han modificado sus legislaciones para equiparar la situación de la comunidad LTBG a la realidad que viven los heterosexuales, siendo el matrimonio entre personas del mismo sexo uno de los más claros ejemplos de esta equiparación, falta muchísimo trabajo para avanzar a una equidad que pueda ser considerada global y no un accidente de nacimiento.

Considerando que los derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos -que si bien originalmente tuvo un caracter declarativo actualmente por la universalidad de los derechos que consagra puede ser vista como un reflejo escrito de normas de derecho consuetudinario internacional- deberían poder ser disfrutados por todos, la situación que vive la comunidad LTBG en tanto sus derechos es inaceptable. Actualmente millones de personas en todo el mundo enfrentan castigos tales como la ejecución, la privación de la libertad, violencia en todos sus grados, desde la tortura al abuso psicológico solo por su orientación sexual o identidad de género.

Es en este marco en el que afirmaba anteriormente que la situación de un gay, lesbiana, transexual o travesti en tanto sus derechos es un accidente de nacimiento. Y es inaceptable que lo sea. La dignidad humana no es negociable y el respeto a los derechos que toda persona tiene en tanto ser humano es la más clara protección a la dignidad de sus ciudadanos que un país puede ofrecer.

Todos y todas hemos razonado más de una vez que las costumbres e ideas de una sociedad no pueden ser cambiadas instantamente y que la liberalización de las sociedades, no sólo en tanto sus leyes sino actitudes -para evitar problemas como la discriminación laboral- de sus miembros, es un proceso largo y complejo. Sin embargo si el mundo sólo avanzara hacia delante en estos asuntos estaríamos en una situación infinitamente más favorable que en la que nos encontramos.

Tomando como ejemplo a Uganda, país en el cual los actos homosexuales son ilegales y pueden ser penados con hasta 14 años de prisión, existe un proyecto de ley que pretendería convertir al “crimen” de homosexualidad en uno que puede ser castigado con cadena perpetua. Incluso el proyecto de ley incluiría la pena de muerte para un nuevo delito, denominado “homosexualidad agravada” cuando uno de los participantes del acto homosexual es menor de edad, VHI positivo, reincidente o presenta alguna discapacidad.

Y Uganda no es el único país del mundo que no progresa en este tema. Irán sigue condenando a la horca a homosexuales. De acuerdo a la ONG Iranian Railroad for Queer Refugees con la perpetuación en el poder del régimen Talibán la situación sigue siendo paupérrima. La ley iraní sobre homosexualidad regula reprimiendo actos tales como besos entre dos personas del mismo sexo de forma dictatorial. El castigo que puede ser impuesto para besos entre dos hombres es de hasta 60 latigazos (art. 124). La nota al art. 121 establece que existiendo una relación entre dos hombres, siendo el participante activo en el coito de origen no musulmán, y el participante pasivo musulmán, el activo puede ser castigado con la muerte.

Ejemplos como esos sobran en este mundo por lo que si podemos considerar que en el siglo XXI sigue la cacería de brujas. Sin embargo, se están tomando medidas y poco a poco la situación parece al menos no empeorar. Uganda por ejemplo fue presionada internacionalmente por la comunidad internacional de forma tal que su presidente declaró que tales cambios a la legislación no están en impronta que su gobierno quiere marcar.

Queda aún mucho por hacer. Como alguna vez la laureada con el Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi dijo “Por favor usen su libertad para promover la nuestra” es nuestro deber como ciudadanos con voz y voto abogar en pos de aquellos cuyas voces son acalladas.