Con las luces de la aurora

me desperté en los brazos

del hombre del pañuelo rojo, que ahora

parecía querer seguir los pasos de otros que antes que él decidieron animarse a amarme.

 

Como siempre apurado

por tener que estar en otro lado

y como siempre algo dormido y un poco fallando en mis magnánimos planes

cometí un pequeño error, aunque ese no fue el peor de los males.

 

Saliendo de esa cama gigante,

buscando en la oscuridad,

y mirando con más atención sus prominentes glúteos y su hermoso vientre

que a la ropa con la que mi cuerpo debía enfundar,

que era lo que realmente tenía que hacer en ese momento,

las tomé como mías.

 

Pero en eso mi atrevimiento quedó,

en mirarlo embelesado y en un par de medias rotos.

Mi atrevimiento de volver a sentir,

de volverme a entregar,

terminó en un mísero trozo de tela.

 

En un par de medias todo quedó,

y con ellas, me quedaron algunos recuerdos.

 

Esas medias están en un cajón

Junto a otras que me dio mi único gran amor.

 

Y también en ese cajón,

Se guardan mis sueños de amor,

mis quimeras más románticas

esperando a ser desempolvadas

por otro hombre dispuesto a soñar conmigo,

esperando otro hombre dispuesto a amarme.