El teatro es, en general, una experiencia en la que por un tiempo podes ver de afuera cómo viven otras personas. Personas, personajes, creo que da igual. Es similar a la literatura, la música y el cine y a la vez es diferente. Ese diferente no puedo explicártelo, tenés que ir al teatro para entenderlo.

Desde los griegos (o quizás desde antes, porque quien escribe no es experto, solo actúa un personaje al escribir de serlo) el mundo se ha visto fascinado por ver a personas vivir por un rato una situación que les puede ser ajena completamente. Si lo pienso, vi a la gran Estela Medina ser su maestra Margarita Xirgú o ser la madre de uno de los asesinados en el atentado terrorista en el boliche LGBT Pulse en el crimen de odio más grande a la comunidad en tiempos recientes. Ambas interpretaciones me pusieron la piel de gallina y me conmovieron hasta los huesos, aunque soy de lágrima fácil. Al menos mirando a otros interpretar sus papeles.

Estoy dándole rodeos a este texto sobre la obra Mucho, de Manuel Botana porque no sé por dónde arrancar y quizás lo mejor sea arrancar simplemente por el principio. El principio es la música que a los mariconcitos de los 90s y de principios del 2000 reconocemos bien y que quizás nuestros padres también recuerden demasiado bien. Al menos el mío recordó canciones de ese programa que destestaba (cantados por una actriz con ojos que fueron en el cine el tesoro, los diamantes azules a la que no le reconoció ningún talento y que fue mi refugio en la infancia) que mirara y en particular que cantara y bailara. Las sigo cantando muy desafinadamente hasta hoy.

Al comenzar el monólogo volví a los 90s con imágenes muy familiares. Lo cierto es que ya había visto a Manuel una vez cuando habíamos dejado a su hermana Paula, que era amiga de mi hermana en el colegio, una noche en esa década cuando yo tendría siete u ocho años. No sé porque recuerdo esa ida en particular cuando tengo muchos otros momentos que compartí con Paula en la infancia o adolescencia. Quizás sea porque los viajes en el auto con papá de niño y adolescente eran frecuentes y sea la unión de muchas veces que dejamos a Paula en la casa de su mamá.

Sin embargo la familiaridad no era únicamente porque estaba viendo gente que conocí en videos de hace más de 20 años sino por la construcción discursiva del monólogo. No quiero entrar en detalles ni sacarle la nariz al payaso en esta reseña porque quiero que vayas a ver Mucho así que pensá que te estoy hablando de recuerdos y experiencias personales y no del monólogo. De hecho yo me sentí así mientras lo escuchaba.

El deseo de actuar del monologista se muestra en el histrionismo de algunas partes de la pieza que nos pasa a muchos que tuvimos que contener multitudes, como decía Walt Whitman en Hojas de hierba, para sobrevivir. Nosotros, los que pertenecemos a la comunidad LGBT, (cierto que no te dije nunca que esta obra es sobre cómo transitamos nuestra juventud muchos de los maricones de los 90s que no tuvimos la suerte de tener, salvo en una hermana, una familia con los brazos abiertos para poder ser) nos volvemos polisémicos, múltiples, fragmentados. Para poder simplemente ser.

En mi caso, así no te hablo de la obra sino de cómo es crecer siendo el amanerado de la familia, fue ser un niño histriónico y un adolescente apagado para finalmente arder entre mis veinte y mis treinta. Todo lo que se guarda tiene que salir. Incluso las lágrimas aunque duela llorar o algo nos duela y por eso lloremos.

Al crecer y no saber cómo existir en el mundo, en Mucho Manuel valientemente explora los vínculos familiares e interpersonales sin tener un manual de estilo y etiqueta sobre qué es lo qué hay que hacer. Muchos de nosotros pensamos en las ventajas de ser invisible (si, la referencia a una película es intencional, si vas a ver la obra quizás descubras porque me pintó citar una película, igual no hay motivos para no citar cualquier trabajo donde esté Emma Watson, al menos para mi, pero vuelvo a irme por una tangente) hasta que ser invisible o asexual deja de ser una posibilidad.

Crecemos y nos vinculamos y el monólogo atraviesa, con idas y venidas, con humor y con ternura todo ese proceso que conocemos demasiado bien (si, es una referencia a Taylor Swift, porque este es su mundo y nosotros solo lo habitamos). El proceso de salir del closet mientras también nos empezamos a conectar con otras personas sexo-afectivamente.

Tuve el privilegio de ir con mi padre y con mi mejor amigo a ver la obra. Le tengo que confesar a Manuel que cuando me dijo de hacer el sorteo de unas entradas mi Instagram no estaba muy movido y solo mi mejor amigo reaccionó al sticker. Es que influencer es el personaje que peor me queda. Solo soy ruidoso, inconformista y cabrón y supongo que eso en Uruguay te hace tener seguidores en Instagram a los que les chupas un huevo. ¿A qué iba con esto? 

Ya recordé, iba a que verle relatar su vínculo con su papá siendo un espejo al mío y a mi mejor amigo (que además es un pibe de barrio hetero de los que podrían haberme dado miedo de pendejo) al lado que sabe que también me puede enamorar un pibe que me diga que me escribe y me de un abrazo fue incómodo y a la vez sanador.

Muchas de las historias de los putos y nuestras familias, en especial de los varones con nuestros padres pueden verse reflejados en Mucho. Los finales alternan, las heridas cicatrizan y a veces dejamos de llorar y de salir del closet una y otra vez para ser felices por un rato. A veces le vemos ternura a lo que en un momento nos parecía una imagen sucia. Eso depende de cada familia y de cada uno.

El ritmo ansioso de Mucho, las palabras que están inteligente y ágilmente hilvanadas para que una persona te pinte una película de un tiempo requieren que le prestes atención porque si no lo haces, quizás uno de los personajes que muchos putos contenemos se te pierda. Y la verdad sería una pena que te pierdas uno de las versiones de Manuel que aparecen a lo largo de esos noventa minutos. Para ir cerrando porque este texto es demasiado largo, Mucho es un monólogo para ir a ver porque te permite ser, por un rato, uno de nosotros, felices, libres, confundidos y miserables al mismo tiempo (prometo que es la segunda y última referencia a Taylor Swift) y ¿por qué no querrías serlo por un rato? 

Ficha técnica

  • Género: Unipersonal
  • Título original: Mucho
  • Duración: 90’
  • País: Uruguay Año: 2022
  • Autor: Manuel Botana
  • Vestuario: Vladimir Bondiuk Petruk
  • Escenografía e iluminación: Ximena Seara
  • Diseño audiovisual: Mavi Parada
  • Diseño de sonido: Rodrigo Curbelo
  • Dirección: Luciana Lagisquet
  • Elenco: Manuel Botana
  • Instagram: @mucho.obra

Resumen (extraído de Cartelera)

Mucho es una salida del closet vuelta teatro (o concierto). Es un unipersonal autobiográfico escrito por alguien que siempre quiso cantar y llorar (como Anne Hathaway), que siempre quiso actuar bien (como Cate Blanchett). En Mucho, salir del closet se vuelve una metáfora de salir de casa, enfrentar a los padres, la familia, cuestionar los ideales autoestablecidos, fracasar, llenarse de preguntas y romperse el corazón. La obra se organiza en monólogos, cuadros musicales en vivo, escenas que rozan el stand-up y el teatro performático.

Funciones: jueves 21:00 horas. Teatro Alianza Sala 2 (Paraguay 1217). 

Localidades

$ 550. En venta a través de Tickantel y en boletería de la sala.