Mi magdalena de Proust

Madelaine de Proust

La curiosa expresión viene del libro de Marcel Proust En busca del tiempo perdido (en su francés original À la recherche du temps perdu). Esta gran novela consta de siete partes publicadas entre 1913 y 1927, siendo las últimas tres postumas es considerada parte del cenit literario tanto francés como universal.

Es más que el relato de una serie de acontecimientos, dado que la obra se mete en la memoria del narrador, en sus recuerdos y sus vínculos.

La trama es difícil de resumir. La novela habla de Marcel, un joven hipersensible perteneciente a la burguesía parisina de principios de siglo XX, que quiere ser escritor. Sin embargo, las tentaciones, el brillo de la aristocracia, de la moda, y su homosexualidad lo van desviando de este objetivo. Finalmente tomará conciencia de lo vano de esas tentaciones mundanas a través de la enfermedad y la guerra.

Es difícil recordar a un autor anterior a Proust que haya escrito tan prolijamente sobre la homosexualidad –masculina y femenina- lo que le da una gran modernidad a la novela, en especial para la época en que fue escrita. Proust era, evidentemente, homosexual pero sus convicciones religiosas y la presión familiar y social le abocaron a vivir su homosexualidad de un modo secreto. Una historia que, si bien pasó hace cien años, sigue repitiéndose en personas menos ilustres que Proust.

Al escribir esta novela, por un lado, Proust analiza exhaustivamente la homosexualidad, tema que obsesiona al narrador-protagonista. El narrador protagonista, si bien desaprueba las relaciones homosexuales, se ve fascinado por ellas y hace una velada declaración al mundo de su propia homosexualidad.

Por ende, esta novela puede ser vista como la cristalización artística de los dilemas de Proust, del desagarramiento que le produce internamente la vivencia y no vivencia, la aceptación y negación de su propia sexualidad.

En su primer volumen empieza a contarnos como le cuesta dormir. Es en esta parte en la que se encuentra el famoso fragmento en el que literalmente revive un episodio de su infancia mientras toma una magdalena mojada en té. Estas líneas se han convertido quizás en lo más conocido de Proust dado que refleja perfectamente su tratamiento de la memoria involuntaria.

Ahora me pregunto ¿cuál es mi magdalena de Proust?

Es probable que, en más de una ocasión oliera un perfume que me recordara a una persona cercana. O haya comido algo que me resulte familiar y me haya hecho sentir melancolía. Este fenómeno es conocido como ‘Magdalena de Proust’.

“En el mismo instante en que ese sorbo de té mezclado con sabor a pastel tocó mi paladar… el recuerdo se hizo presente… Era el mismo sabor de aquella magdalena que mi tía me daba los sábados por la mañana. Tan pronto como reconocí los sabores de aquella magdalena… apareció la casa gris y su fachada, y con la casa la ciudad, la plaza a la que se me enviaba antes del mediodía, las calles…” Marcel Proust.

Pareciera ser que la realidad solo tiene sentido a través de la experiencia sensorial. Es una memoria involuntaria que nos retrotrae a momentos del pasado y le da autenticidad a la vida y nos llena de dicha y plenitud.

Yo recuerdo su perfume. De hecho hice que me regalaran un perfume que se llama Happy de Clinique porque me gustaba. También tengo el perfume de limón con el que aromatizaba sus sábanas. Los colores verdes de una campera de Uniform del año pasado me lo recuerdan. Las empanadas de la Taberna del Diablo en noches eternas. Incluso algunas palabras y expresiones divertidas y tan suyas. Incluso el brillo de sus ojos cuando me miraba.

Durante mucho tiempo me torturaba, pero hoy es mi magdalena de Proust. Sé que viví un amor inolvidable. Y sé, entonces, que tengo chances de vivirlo de nuevo.

lovely flores